miércoles, 29 de abril de 2009

Autorretrato (1888)


Este autorretrato, realizado en 1888, está dedicado a Paul Gaugin, su compañero pintor. Durante dos meses del año 1888, los dos trabajaron juntos en la casa de Van Gogh en Arles. En ocaciones llegaron a pintar juntos, pero surgieron conflictos entre ellos que precipitaron la primera crisis nerviosa de Vincent. Cada uno de los autorretratos del holandés es sumamente individual. En conjuno, todos ellos alcanzan una intensidad expresiva que es desvelada por los ojos del artista; sin embargo, varían considerablemente en los aspectos técnicos, como la paleta y la pincelada. Los autorretratos de Van Gogh constituyen una guía de su exploración y de su interpretaciones alternativas de los estilos impresionista y postimpresionista. En las 30 representaciones de sí mismo que realizó se puede observar los cambios en la aplicación de los colores, en el grosor de las capas de la pintura y en las direcciones de la pincelada. Cada uno de ellos se presenta como una experiencia distinta, cada uno constituye una ventana en su vida. Esta serie de pintura se ha comparado a menudo con la que realizó Rembrandt van Rijin (1606-1669). Ambos artistas produjeron un número similar de autorretrato, y cada uno de ellos pesee una fuerza expresiva única e individual. Rembrandt, sin embargo, realizó sus autorretratos a lo largo de toda su vida, mientras Van Gogh pintó los suyos en un lapso de cinco años, desde el final del período de Brabante, en 1885, hasta el último año de su vida en Saint Rémy y Auvers-sur-Oise.

La silla de Van Gogh


Las sillas vacías poseían un significado muy personal para Van Gogh, quien tendía a establecer poderosas asociaciones entre los objetos y las personas. Cuenta la leyenda que el joven Van Gogh gritó al ver vacía la silla en la que se había sentado su padre en una ocasión en que visitó en La Haya. La imagen de su propia silla vacía resuena con un lamento análogamente quejumbroso. Los primero compases despúes de la llegada de Gauguin a Arles se caracterizaron por ser un período de calma y de alegría en la vida de los pintores. Pero no tardaron en surgir las primeras tensiones. A Gauguin, que era en realidad un urbanita, Arles le parecía aburrido y vulgar. Por otra parte, Van Gogh deseaba más compañía de la que Gauguin le podía ofrecer y, como consecuencia de ello, empezó a temer que el amigo abandonara la Casa Amarilla. El proverbial temperamento de Van Gogh aumentaba la posibilidades de que se produjera esta eventualidad. Sus violentos cambios de ánimo y el drástico egoísmo de Gauguin formaban una combinación que habría de terminar inevitablemente en el enfrentamiento. Para complicar aún más las cosas, los dos empezaron a diferir en sus concepciones del arte. Van Gogh expresó sus temores sobre la inminente partida de Gauguin en dos famosos lienzo, éste es uno de ellos. La perspectiva inclinada de la pintura nos arroja con violencia a su interior y crea una dinámica desorientadora. El otro cuadro que tiene como tema la silla de Gauguin está igualmente cargado de tensión.