miércoles, 29 de abril de 2009

La silla de Van Gogh


Las sillas vacías poseían un significado muy personal para Van Gogh, quien tendía a establecer poderosas asociaciones entre los objetos y las personas. Cuenta la leyenda que el joven Van Gogh gritó al ver vacía la silla en la que se había sentado su padre en una ocasión en que visitó en La Haya. La imagen de su propia silla vacía resuena con un lamento análogamente quejumbroso. Los primero compases despúes de la llegada de Gauguin a Arles se caracterizaron por ser un período de calma y de alegría en la vida de los pintores. Pero no tardaron en surgir las primeras tensiones. A Gauguin, que era en realidad un urbanita, Arles le parecía aburrido y vulgar. Por otra parte, Van Gogh deseaba más compañía de la que Gauguin le podía ofrecer y, como consecuencia de ello, empezó a temer que el amigo abandonara la Casa Amarilla. El proverbial temperamento de Van Gogh aumentaba la posibilidades de que se produjera esta eventualidad. Sus violentos cambios de ánimo y el drástico egoísmo de Gauguin formaban una combinación que habría de terminar inevitablemente en el enfrentamiento. Para complicar aún más las cosas, los dos empezaron a diferir en sus concepciones del arte. Van Gogh expresó sus temores sobre la inminente partida de Gauguin en dos famosos lienzo, éste es uno de ellos. La perspectiva inclinada de la pintura nos arroja con violencia a su interior y crea una dinámica desorientadora. El otro cuadro que tiene como tema la silla de Gauguin está igualmente cargado de tensión.

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